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Enrique Velazco escribe sobre los temas de deberíamos debatir.
Centrar la atención en estos indicadores [crecimiento y desarrollo-bienestar; inflación y empleo; o estabilidad macro y equilibrio fiscal], lleva a evitar la valoración de los efectos sociales de las políticas económicas que, a pesar de haber sido aplicadas por gobiernos bajo argumentos discursivos ideológicamente opuestos, son comunes en su esencia. Lo concreto es que Bolivia pasó de estar, en 1950, en el promedio de Latinoamérica en el ingreso por persona, a los últimos lugares 70 años después, con el agravante que la FAO, en 2018, nos coloca como líderes regionales en la incidencia del hambre y la subnutrición.
Juan Carlos Zuleta describe el escenario de los hidrocarburos a nivel internacional. Analiza las características de la caída del precio del petróleo y la configuración del mercado de la electrificación global. Es una publicación de El Diario (6.5.20). Haz click aquí!
Carmen Crespo hace un análisis sobre la necesidad de un gasolinazo. Su punto de partida es el levantamiento popular cuando el candidato inconstitucional Morales trató de subir el precio de los carburantes en 2011. Al MAS le fue muy mal en aquella oportunidad. El artículo enfoca lo sucedido en el Ecuador bajo la presidencia de Lenin Moreno que tuvo que dar marcha atrás con los nuevos precios de la gasolina subvencionada en ese país. Es una publicación en Página Siete el 18.10.19. Haz click aquí!
Hacia una Nueva Estrategia de Lucha Contra el Contrabando en Bolivia
Juan Carlos Zuleta Calderón *
La reciente noticia sobre el ataque de contrabandistas a militares en la frontera orureña no debería sorprendernos [1]. Hay un adagio popular que dice: "Cría cuervos que te sacarán los ojos". Me pregunto si se podría esperar otra cosa después de que el propio vicepresidente del Estado hiciera hace poco una verdadera alegoría al contrabando, vanagloriando a quienes tenían autos "chutos" en una comunidad del norte paceño[2]. No recuerdo período de gobierno anterior en que el país hubiera estado tan a la deriva en este orden de cosas. ¿Con qué cara pretende el régimen de turno controlar el contrabando?
Está claro que el país no puede continuar la zaga de equivocaciones de años recientes. Necesita repensar su estrategia de lucha contra el contrabando, la cual no debería apartarse de una nueva estrategia de desarrollo nacional. En esencia, el contrabando se define como la evasión total de los aranceles e impuestos aplicables a la importación de bienes provenientes de otros países. De recolectarse, estos tributos cumplirían al menos dos funciones.
En primer lugar, serían un costo adicional tanto para los consumidores de bienes finales importados como para los productores domésticos que necesitan insumos o bienes de capital extranjeros, razón por la cual constituyen incentivos o desincentivos para la población en general o la producción nacional. En segundo lugar, representarían ingresos fiscales.
En los últimos 13 años, ha prevalecido la segunda función de los tributos de importación porque el gobierno requiere contar con cuantiosos ingresos para solventar su aparato rentista y prebendal. Esto le ha obligado a recurrir incluso al ejército para combatir el contrabando. Aunque no se debería descartar el uso de la fuerza para defender los intereses del Estado, resulta imprescindible preguntarse a qué motivaciones responde todo esto.
Las intrincaciones entre una creciente población subempleada que alimenta todos los días el sector informal de la economía, muy vulnerable al contrabando y la falta de una estrategia de desarrollo nacional conducen a las principales autoridades del gobierno a adoptar posiciones ambivalentes respecto de este flagelo. Urge entonces establecer un vínculo estrecho entre la lucha contra el contrabando y el desarrollo nacional que vaya más allá de la búsqueda de mayores recaudaciones tributarias. Para ello, es necesario fijar nuestra atención en la resolución imperativa de la dicotomía extractivismo-industrialización, agravada en los últimos años, precisamente, por quienes se jactan de haber manejado con prolijidad nuestra economía.
De acuerdo con un reciente análisis [3]a la fecha, nuestro país habría llegado a niveles intolerables de extractivismo (96%), habiendo quedado sometido a la volatilidad de los precios internacionales de nuestras principales materias primas de exportación. Como correlato de lo anterior, la exportación de bienes manufacturados, reducida a apenas un 4% de las exportaciones totales, reflejaría un proceso de desindustrialización alarmante.
En estas circunstancias, el país debería redefinir sus ventajas competitivas para articular cuanto antes un régimen selectivo de incentivos dirigidos a una transformación genuina de nuestra economía.
*Economista
[1] https://fmbolivia.com.bo/contrabandistas-emboscan-a-militares-y-queman-tres-vehiculos-en-municipio-eucaliptus-de-oruro/?utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter)
[2] https://www.lostiempos.com/actualidad/pais/20190319/garcia-linera-chulumani-todos-tienen-su-carrito-chuto-no-importa-pero)
[3] http://www.ftierra.org/index.php?option=com_mtree&task=att_download&link_id=181&cf_id=77),
La Plataforma Ciudadana Una Nueva Oportunidad no necesariamente comparte con la línea editorial del artículo precedente.
Vamos sin inversiones y las auyentamos (Los Tiempos, 6 de noviembre 2017)
Gonzalo Flores analiza las inversiones en el agro boliviano (Página Siete 21.3.17). Aquí!
La gestión pública va así...