La ruta seguida en todos los casos [ de la embestida totalitarista] hasta ese escenario se parece mucho: estallidos sociales bajo el mismo “modus operandi”, reformas constitucionales de corte similar en dirección al menoscabo de las libertades y derechos individuales, concentración del poder y pérdida de independencia judicial, liquidación de la prensa libre mediante asfixia económica, acoso y persecución -cuando no prisión, exilio e incluso muerte y desaparición- de periodistas, terrorismo desde el poder mediante estructuras represivas de acción impune, con vulneración impune de los derechos y las garantías (...) En Bolivia esto se patentizó en 2019 cuando se encontró a cubanos llevando dinero en maletas hacia donde se encontraban grupos violentos en la ciudad de El Alto, disparando contra mineros y estudiantes en el camino Oruro-La Paz y en la quema de la casa del entonces rector de la Universidad de San Andrés, Waldo Albarracín, quien denunció en entrevista a Brújula Digital el 10 de junio pasado que ese acto criminal fue monitoreado directamente por el embajador de Cuba en Bolivia en aquel tiempo, Carlos Zamora, afirmando que “Cuba y otros aliados del Gobierno boliviano, como Venezuela y otros, siempre han estado favoreciéndose de la relación con Bolivia, influyendo sobre el país y sobre las decisiones que toma”.