El desarrollo ha sido un objetivo elusivo para Bolivia. Hemos experimentado pendularmente con dictaduras y democracia y con modelos económicos liberales, capitalistas, neoliberales y, desde 2006, con el socialismo del siglo XXI. Casi 20 años después, incluyendo 15 en los que la economía boliviana disfrutó de inéditos ingresos, llegamos a 2025 no solo con las arcas vacías, sino con la justicia y la institucionalidad destruidas y sin ideas sobre cómo reponer las reservas de gas agotadas o recurrir a otra fuente de rentas que sostenga el funcionamiento de la economía a corto plazo y, peor aún, sin capacidad de imaginar un cambio radical de modelo.
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