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AGENDA DEL VIRUS 2020

De dónde venimos

Durante 14 años el MAS administró la mayor bonanza de nuestra historia que fue resultado de un ascenso extraordinario de los precios de las materias primas. Utilizó esa fortuna para degradar nuestro desarrollo humano, para profundizar el extractivismo, precarizar el empleo y hacer de la corrupción una forma de vida. Pero, sobre todo, legitimó el autoritarismo y casi canceló la democracia. Hoy, siete de cada 10 personas viven sin seguro de salud, con pésima educación, con autoexplotación laboral resultado del cuentapropismo y condenados al prebendalismo político.

El MAS es el responsable de que hoy seamos el país sudamericano más vulnerable a los efectos de la pandemia.

 

 

Las tres crisis y las tres oportunidades

La crisis de salud en el mundo tiene más de un millón de casos confirmados y más de 50,000 muertos. En Bolivia, no tenemos un sistema de detección temprana del virus porque carecemos de tests, ni un sistema de contención institucional de sus efectos iniciales porque los hospitales no están preparados, ni un sistema de atención suficiente de unidades de terapia intensiva ni crematorios que cubran por lo menos al 10% de la población en esta primera etapa. Por eso hemos acudido, como tantos otros países, al confinamiento que alivia el ritmo de contagio pero no impedirá que gran parte de la población deba enfrentarse al virus próximamente.

Para enfrentar la crisis de salud hay que fortalecer inmediatamente el sistema de prevención y atención: instalar en todas las capitales y  ciudades intermedias equipos de detección temprana del virus, iniciar de inmediato un programa de pruebas masivas para aislar a las personas infectadas y rastrear a sus contactos para controlar la pandemia, dotar al sistema de medicamentos imprescindibles y suficientes equipos de terapia intensiva e integrar el sistema privado con el público. Y, como acción inmediata, distribuir un paquete antivirus con información e insumos esenciales.

En síntesis, implementar una política de cobertura universal de salud bajo un mando único que culmine este año efectivamente con el 10% de asignación presupuestaria anual.

La crisis económica nos está llevando a la recesión más profunda en toda la región de los últimos cincuenta años como afirman y demuestran varias instituciones. No podremos, en el corto plazo, encarar rápidamente un proceso de reconstrucción de nuestro precario tejido productivo y, así, sostener la cadena de suministros.

Para enfrentar la crisis económica necesitamos diferimientos y exenciones de impuestos, y una inyección extraordinaria de capital dirigida a la micro, pequeña y mediana empresa para sostener el empleo, la producción y mantener el tipo de cambio. (Las acciones gubernamentales, aunque positivas, son insuficientes). Para financiar esto hay que recurrir al Banco Central, al Banco de Desarrollo Productivo y al compromiso del sistema financiero privado. Y a una forzada reducción salarial o de ingresos de aquellas familias que reciban más de Bs. 14,000 mensuales.

En síntesis, una política económica que reconstruya nuestro sistema productivo en el más corto plazo posible.

La crisis política podría concluir en una revuelta por la subsistencia si la cuarentena se extiende a mayo inclusive. Estará en riesgo, por consiguiente, la democracia tan difícilmente reconquistada. Los actores políticos de la rebelión ciudadana de noviembre y de la compleja reconducción de la institucionalidad política están cayendo aceleradamente en la anomia.

Para enfrentar la crisis política y la sostenibilidad democrática hay que resolver lo básico: el derecho a existir con dignidad. Los bonos, en tanto ingreso básico de subsistencia, son una respuesta imprescindible pero insuficiente. Hay que añadir la canasta semanal de productos distribuida por las FFAA a todas las familias bajo la línea de pobreza multidimensional para restablecer la solidaridad. Estas medidas urgentes, sin embargo, aún si son una condición necesaria, no son suficientes para resolver la crisis política. Es imperativo construir un pacto político al que ingresen aquellos actores que pongan la vida, el desarrollo y la democracia por encima, muy por encima, de su ambición.

En síntesis, restaurar al actor político de la democracia promoviendo un ACUERDO DE ESTADO entre partidos y ciudadanos para enfrentar solidariamente la tragedia, diseñar una economía competitiva y sostenible, y preparar las reformas constitucionales. Sin este pacto no habrá salida a la crisis. Sin este pacto no habrá horizonte.

El día después

La convivencia con el virus se va a ir normalizando. La cuarentena se tendrá que ir levantando progresivamente si hacemos lo suficiente. La economía, difícilmente, restaurará el tejido productivo y recuperará su dinamicidad, con la participación, ojalá, de un fondo regional equivalente a un Banco Central de América Latina para que no retrocedamos en el camino a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la construcción de igualdad y competitividad. La política encarará los desafíos de la democracia y los efectos del Acuerdo de Estado gracias al cual habremos vuelto a ser país. Pero ya nada será igual. Podrá ser mejor o peor, ciertamente. Pero con seguridad será diferente.

Podríamos degradarnos a una sociedad que carezca de vínculos éticos. La acumulación salvaje de capital, el populismo autoritario y la pérdida de identidad se profundizaron en los 14 años del régimen. Hoy somos testigos de que los seguidores del ídolo fugado son capaces de desafiar las instructivas de aislamiento para poner en riesgo la vida y así promover su mezquindad. También vemos la pérdida de valores en la insensibilidad de tanta gente como resultado de esos catorce años sin bien común.

Pero hemos realizado una rebelión ciudadana en 2019 que ha revelado la responsabilidad de un régimen prebendal, corrupto y autoritario que nos ha convertido en el país más vulnerable a los efectos de la pandemia. Aunque hoy, ayer y casi siempre tuvimos gobiernos y corporaciones y extractivismo pero no Estado solidario, el virus nos está obligando a confesar nuestra precariedad. Por eso, la rebelión ciudadana ha sido resultado de un cambio de conciencia. Una rebelión que nos convoca a recontruir Bolivia.

Para que el día después seamos un país diferente ya no limitado a un endeble Estado nacional, necesitamos convertir ese cambio de conciencia en un Estado Ciudadano. Comenzando, hoy, con un Acuerdo de Estado. Para culminar, mañana, en un Estado con un horizonte verde, naranja y morado. Ecológico, cultural y femenino.

La Paz, 5 de abril de 2020

 

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