Hay modus operandi que identifican indubitablemente a los regímenes dictatoriales que existen a lo largo y ancho del planeta. Algo que caracteriza a varios de ellos, es que hacen uso de la democracia liberal para acceder al poder y luego la destruyen para perpetuarse en él. En ese afán no para mientes en perseguir no sólo a opositores, sino también a todo aquel que no cumple las órdenes del “mesías” de turno, sea este exguerrillero, pseudo indígena, “líder nato” o lo que fuese.
La persecución de opositores, disidentes y libre pensantes puede adquirir varias formas, como por ejemplo las detenciones practicadas en acciones represivas destinadas a impedir reclamos de cualquier tipo, como sucedió en Cuba hace un par de años, en Bielorrusia en 2020 o sucede actualmente en Venezuela frente al fraude descomunal de Maduro y sus muchachos, que son continuadas por procesos judiciales en los que se anula el derecho a la defensa y el debido proceso, comenzando por el sometimiento de la “administración de justicia” al Órgano Ejecutivo; y que pueden ser el inicio de un calvario como el que, por ejemplo, vivieron José María Bakovic y Marco Antonio Aramayo en Bolivia.