Como fuese, Cristo fue una persona que se enfrentó al poder establecido y lo hizo de la única manera en que las actitudes pueden contagiar a otras personas (“la palabra convence, el ejemplo arrastra”): desde la práctica. Haciendo primero y explicando después; practicando primero y teorizando luego. Curando en sábado y explicando después que el sábado se había hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Esa práctica resultó muy incómoda para quienes detentaban el poder, sobre todo el religioso. Jesucristo era un hombre en conflicto, que cuestionaba el orden establecido y la manera cómo la ley se había convertido en un instrumento de opresión del pueblo. Y, como sucede en todo sitio hasta el día de hoy, sobre todo en lugares en que imperan el partido único, el líder único, el proyecto único, los que incomodan deben ser eliminados.
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