Muchos bachilleres llegan a las universidades con severos déficits en materia de dominio de la lectoescritura, de razonamiento cuantitativo, de pensamiento lógico, de habilidades para la búsqueda, recolección y procesamiento de información elemental, de una estructura básica de datos de partida para el estudio efectivo de nuevos contenidos y su derivación en aprendizaje. Llegan sin hábitos de estudio y de trabajo. Peor aún, llegan sin idea de su país y del mundo, de lo que son y quieren ser; sin criterios de diferenciación de lo bueno y lo malo, sin sentido de la responsabilidad y con actitud de víctimas.
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