Ya vimos que el señor Evo Morales fue capaz de extraer el derecho a la reelección indefinida como derecho humano. No pudimos jugar con su proclividad al autoritarismo desconociéndola. Finalmente, ¡sépanlo! ser autoritario es un derecho humano. Ya aquello fue grotesco, pero real. No es cómico, aunque sus cómplices hayan festejado desmesuradamente la obtención de ese derecho.
Es tal nuestra resignación que el depredador de cunas se atreve a bloquear buscando su impunidad: “déjenme fornicar wawas, carajo… ¡es mi derecho”, parece espetarnos este personaje, rodeado de sus corifeos de siempre. Aquellos que lo han sabido justificar siempre, calentando las sábanas de su dormitorio, sirviéndole el cafcito para que se relaje después de su infanto-goce y/o proclamando a los cuatro vientos la necesidad de auparlo como el “líder eterno del país”.
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El analista Diego Ayo no es miembro de Una Nueva Oportunidad. UNO alienta el debate de ideas pero no se adscribe necesariamente a los contenidos de este artículo.