Al emitir su voto en las “primarias”, el vicepresidente Álvaro García Linera declaró que esperaba la participación de 50% a 70% de “militantes” inscritos al MAS, pero que una participación menor al 50% le sería preocupante. Terminado el cómputo, circula en las redes sociales un audio en el que un ministro “duro” del gabinete reconoce que los resultados representan una “pateadura” al partido de gobierno por el bajo nivel de participación.
El sábado 2 de febrero, Carlos Böhrt publica en Página Siete un análisis más detallado de los resultados de las “elecciones” (“Elecciones primarias, ¿disloque masista y…?”) en el que muestra que el apoyo al (ilegal) binomio del MAS sería efectivamente bajo, pero que además “la cúpula masista parece enfrentar un proceso de retroceso y confinamiento en los segmentos menos informados y más atrasados de su militancia”.
A pesar de su habitual acuciosidad, Carlos ha dejado escapar un ligero error al afirmar que “el 41% de la militancia masista acudió a las urnas”; el dato de participación (según el cómputo oficial) es de 45,4% sumando los casi 50.000 votos blancos y nulos a los 406.000 válidos. Pero en el análisis de las relaciones entre el voto rural y el urbano, hay datos que sin duda deberían aumentar las preocupaciones del Vice, pero también poner en alerta a la ciudadanía que cree en la democracia y demanda un comportamiento ético, profesional e imparcial de todas sus instituciones.
En números redondos, el TSE instaló 7.400 mesas para recibir el total posible de 1,72 millones de votos para todos los binomios, de los que 991.092 corresponden a militantes del MAS; significa, en promedios, que se esperaban 230 votos por mesa, de los que hasta 130 podrían corresponder al MAS. Según los resultados finales, la votación promedio por mesa fue la mitad: 70 votos totales (todos los binomios) y 50 válidos para el MAS.
Pero de acuerdo con las actas computadas, existen mesas en las que la votación para el MAS casi llega a 300 votos por mesa. Analizando puntualmente mesas con más de 100 votos válidos para el MAS (más del doble del promedio real), hay 990 mesas con 157.000 votos válidos (168.000 incluyendo blancos y nulos). Si se restringe el análisis a mesas con más de 151 votos válidos (más de tres veces el promedio general), se encuentran 480 mesas con 97.000 votos válidos para el MAS.
El problema para el MAS –y que ciertamente debería preocupar al Vice, es que 400 de las 480 mesas están en el trópico de Cochabamba: significa que menos del 7% del total de mesas abiertas otorgaron la cuarta parte de la votación total en favor del binomio oficial. Si volvemos a las 990 mesas con más de 100 votos válidos para el MAS, son 590 las mesas y 105.000 los votos –es decir, el 60% de las mesas altamente “productivas” y el 66% del voto, concentrados en el trópico cochabambino; sin ese voto, el apoyo al binomio oficial sería de un 30%.
Pero, para los ciudadanos, hay también fuertes señales de alarma. El fenómeno de mesas “súper productivas” es netamente rural: en ciudades capital (más El Alto) el promedio es menor a 50 votos por mesa. Respecto al total de mesas por departamento, las 990 mesas se concentran en (el trópico de) Cochabamba con 45%, y en áreas rurales de Chuquisaca (15%), Potosí (12%) y Pando (12%), todos con gobernaciones controladas por el MAS. Como comparación, en los departamentos de La Paz y Tarija apenas superan el 2%; en Oruro y el Beni (oficialistas) y en Santa Cruz, son del orden del 6% pero concentradas en municipios también oficialistas.
Teóricamente, en principio los comportamientos observados son posibles aunque poco probables, pero a la luz de la creciente desinstitucionalización del OEP, hay espacio para sospechar que “álguienes” en áreas rurales podrían estar mirando a un lado para permitir que se distorsione la voluntad del voto ciudadano. Así sea con puros binomios legales, no podemos aceptar elecciones nacionales en tales condiciones; una razón más para sumarse a la demanda de renuncia del TSE, de los TDE y la depuración total de los padrones y de los sistemas informático-computacionales.
Enrique Velazco es investigador independiente.