Gonzalo Flores, miembro de la Plataforma Ciudadana Una Nueva Oportunidad, analiza la dinámica de los grupos de ciudadanos que han visto sus derechos vulnerados luego de la victoria del NO en el Referendum del 21F. Este articulo da cuenta de las características, los orígenes, y las oportunidades de estos grupos.
Con pocos días de diferencia los señores Evo Morales, Álvaro García, Leonardo Loza, Héctor Arce, Alfredo Rada y Gabriela Montaño han dejado ver que centrarán las iras del gobierno en los grupos ciudadanos. Identifican a éstos, y no a los partidos, como a los entes capaces de impedir la candidatura del primero y, lo saben, de precipitar su derrota.
¿Quiénes son, qué son los grupos ciudadanos?
Son grupos de ciudadanos que ejercen su derecho a intervenir en la política: a elegir, a ser elegidos, a apoyar la elección de alguien o a oponerse, porque el ejercicio de la política por los ciudadanos es consustancial a su condición de ciudadanos mismos. Se podría decir que uno es ciudadano en la medida en que hace política. Y esto es tanto más cierto en cuanto que el gobierno se ha empeñado durante más de una década en reclamar para sí el ejercicio de la política y en excluir de ella a los demás.
Los grupos ciudadanos han existido a lo largo de toda la historia republicana, pero se han hecho más notorios desde el año 2000, cuando unos pocos y pequeños grupos de ciudadanos preocupados por la situación del país -asfixiado por los bloqueos camineros, huelgas laborales y carestía de alimentos- reclamaron pacificación y diálogo urgente. Hoy los grupos ciudadanos son el actor emergente de la política boliviana y posiblemente serán el actor definitorio del juego político durante la próxima década.
He intentado contarlos; no he podido, pero tengo registrados más de una centena. La dificultad de saber cuántos son radica principalmente en que los grupos ciudadanos se forman continuamente y no están registrados en ninguna parte. La masa silenciosa se ha convertido en una máquina de producción de grupos ciudadanos. También, los grupos ciudadanos se dividen, y al cabo de algunos meses vuelven a unirse, como el mercurio.
Los grupos ciudadanos podrían ser comparados con un ecosistema acuático con muchas especies. Algunos son locales y otros tienen aspiraciones de nacionales; los hay conspicuos y los hay ocultos; generalistas y especialistas. Se distinguen también por el tema que les interesa más. Unos se preocupan por los derechos humanos, otros por la naturaleza; aquéllos por la mujer, éstos por los jóvenes, etcétera.
Las principales fortalezas de los grupos ciudadanos son su alto número, la especificidad de sus objetivos, su diversidad temática, su renovación generacional, la facilidad con que se organizan, su plasticidad, su apertura a nuevos temas, preguntas y oportunidades; la rapidez de sus comunicaciones y actuaciones y su no-necesidad de un aparato, pues cada uno es un pequeño aparato independiente. Su gran número y diversidad es su mejor defensa ante la represión.
Sus principales debilidades son la ausencia de un programa político explícito, la carencia de recursos, la ausencia de un comando común y la creencia (falsa) de que cada grupo es absolutamente único, lo que aumenta los esfuerzos necesarios para realizar las negociaciones entre grupos y dentro de ellos.
Las principales oportunidades de los grupos ciudadanos no las crean ellos mismos, sino el gobierno y sus errores. Así, el referendo del 21 febrero de 2016, las elecciones de autoridades judiciales de 2011 y 2017, la promulgación del Código Penal, fueron mesa servida para los grupos ciudadanos, como lo siguen siendo los interminables casos de corrupción del MAS y los desatinos del señor Evo Morales y de su corte.
No hay duda, pues, que las venideras decisiones del TSE sobre la postulación de éste, la probable ley de organizaciones políticas, el próximo aniversario del 21F y el incontenible impulso del señor Evo Morales a exhibirse en público serán nuevas oportunidades en que los grupos ciudadanos, ahora más experimentados, pondrán en juego sus nuevas capacidades.
El futuro inmediato obligará a muchas definiciones importantes. Antes del 21F 2016 los grupos ciudadanos evitaban el contacto con los partidos para no contaminarse del pasado, un argumento crítico pero exagerado; los partidos, a su vez, dudaban de la capacidad de los grupos para movilizar a los ciudadanos.
La victoria resonante demostró que ambos estaban equivocados y que la cooperación era conveniente. Por consiguiente se puede prever un acercamiento mayor entre grupos ciudadanos y partidos. Ambos deben aprender a cooperar más aunque no desaparezcan todos los recelos.
Es indudable que la suma y conexión de grupos ciudadanos ha resultado en lo que podemos llamar con justeza el movimiento ciudadano. Éste posee un sentido de identidad (sabe quién es), uno de oposición (quién es su adversario) y cuál es el campo de su conflicto (las reglas de la democracia y el juego político).
Lo esencial es que partidos y movimiento ciudadano deben converger hacia un programa de transición y una visión de la sociedad futura. El programa de transición puede ser definido como las medidas que reformarán las reglas del juego político para que rija la democracia y favorezca el desarrollo del Estado de derecho; que modificarán los aparatos del Estado para favorecer la independencia de poderes, la especialización institucional, la eficiencia, la estabilidad y la transparencia.
La visión de futuro debería ser la de una sociedad abierta al conocimiento, garante de las libertades, democrática, tolerante.
A ese programa de transición y visión de futuro debe servir la unidad política de los opositores democráticos. Ésta debe articular elementos diversos: partidos, agrupaciones ciudadanas, comités cívicos, organizaciones laborales, territoriales y culturales; todos con mujeres, jóvenes y grupos indígenas, organizados en un amplio esquema que absorba la diversidad pero donde se participe democráticamente.
Es indudable que las características del líder que encabece el frente opositor serán importantes, pero existiendo esa estructura su elección será más simple. Su atributo más importante será su capacidad de coordinar la ejecución del programa de transición.
Bajo el mando de esta nueva alianza Bolivia podrá completar su inserción al mundo contemporáneo, no como colección de treinta y seis pseudo nacionalidades que retornan al pasado sino como agrupación voluntaria de ciudadanos capaces de decidir por sí mismos el rumbo que desean dar a la sociedad en la que han decidido quedarse.