En 2019 publiqué en el extinto periódico Página 7 el texto “Partidos y enteros”... Cinco años después, vuelvo a la carga. Con la misma fuerza de entonces. Con mayor impaciencia. Con un enfado de grado superlativo por las demostraciones de la incompetencia para hacer política de quienes se dicen políticos demócratas y vienen luciendo su vocación para la reincidencia en los errores cometidos desde hace dos décadas. Por la ceguera que demuestran pese a sus indiscutibles méritos en cualquier otro ámbito de su existencia: número de libros leídos y/o escritos, títulos y reconocimientos logrados, inteligencia y talento retórico, simpatía personal, fama y fortuna…
Su inconducta ha favorecido a la estrategia de dominación masista que usurpó la democracia para vaciarla de su contenido convirtiéndola en un mamarracho reducido a elecciones desiguales, injustas, oscuras y manipuladas, garantía de la reproducción del poder de los autócratas desde 2006, y cuyo resultado es el hundimiento sostenido del país en el pozo profundo de una debacle sistémica de proporciones mayores.