En primer lugar, porque nadie sabía cómo se construye eso. No existía (ni existe ahora) una descripción certera de un Estado plurinacional; no hay manuales, ni reglas, ni estándares a los que se pueda acudir para saber lo que hay que desechar y lo que hay que edificar (...) El MAS creyó que reconocer 36 “naciones” ya resolvía la mitad del problema. La otra mitad se resolvería cambiando algunas entidades del odiado Estado republicano. Los dos supuestos son falsos.