Sobre el propósito gubernamental de sustituir los símbolos patrios (UNO 26.2.21)
La sustitución aparentemente inocente del Escudo Nacional por una cruz “chakana” formada por diseños basados en textiles de algunas culturas de Bolivia, es parte de una estrategia del gobierno para prolongar el apoyo de tales colectividades, darse legitimidad, y encubrir su escasa capacidad para liderar un país abrumado por una profunda crisis sanitaria y económica.
El gobierno pretende re-escribir la historia y reemplazarla por una versión étnica, casi racial. Como hizo con el Censo del 2012 cuando intentó afirmar una mayoría indígena inexistente, pretende ahora hacer inamovibles las identidades sociales, cuando en realidad son cambiantes e interdependientes, como corresponde a sociedades modernas o en vías de modernización.
Los símbolos patrios –bandera, escudo, himno- han sido elaborados en un largo proceso para representar la gran diversidad de identidades del país. No han sido el resultado de la obra de diseñadores pagados para satisfacer los caprichos de los gobernantes. Al intentar cambiarlos, el gobierno opone de modo irreconciliable a unos contra otros y desconoce todos los lazos que la larga convivencia –desde luego con desencuentros e injusticias- ha ido formando, hasta resultar en la nación boliviana, unida en su diversidad como tantas otras en el mundo.
En los hechos, intenta desconocer la historia nacional y menosprecia el alto sentido de pertenencia que hombres y mujeres; campesinos e indígenas, clases medias, trabajadores, empresarios, policías y militares tienen por Bolivia, y que se reconoce y expresa en los símbolos patrios.
La plataforma ciudadana Una Nueva Oportunidad se suma al rechazo de la mayoritaria corriente que, con argumentos constitucionales e históricos, denuncia esta afrenta a la identidad de los bolivianos y señala sus peligros: en lugar de una unión, el gobierno está creando una división y oposición que pueden profundizarse.